Esperando el tsunami
Autoria: Editorial de El Observador – Uruguay.
En tres días habrá una asamblea de ciudadanos que por su magnitud dejará fuera de foco al discurso de las 4×4 o los productores marionetas movidos con fines partidarios. También cuestionará fuertemente la idea de que “los problemas no son tan graves”. La idea de que esto es fruto de una mera caída de los precios internacionales tampoco se ajusta a la realidad. Cualquiera de los precios del agro de hoy hubiesen sido considerados muy buenos en el siglo XX.
La raíz de un movimiento tan fuerte me la ha dado mi amigo Paco, un español que ha venido al departamento de Colonia a pasar una etapa de su vida en busca de descanso y solaz, y que mira y analiza la realidad uruguaya con una mezcla de la admiración por las libertades logradas y los problemas del día a día.
Paco es un emprendedor incurable, pero aquí todo se le ha empezado a hacer difícil. ¿Cómo hace la gente para vivir aquí? Todo cuesta el doble que en Europa, pero los salarios son la mitad, me pregunta. Cuando le pregunto por el avance de su emprendimiento menea la cabeza. Pues tú bien sabes cómo es el papeleo aquí, ¿no? Esto va para largo…
Su caso es el de muchos, aunque claro está la diversidad de situaciones obliga a la cautela en las generalizaciones. Pero sí, hay algunas generalizaciones posibles. Este reclamo del agro es distinto a anteriores. Y para entender porqué es tan masivo el apoyo que ha tenido debe entenderse que muchos ciudadanos que trabajan con pequeños y medianos emprendimientos, especialmente los que trabajan con el objetivo de exportar tiene la situación de ir navegando rumbo a un témpano y ver a la orquesta tocando alegremente. Y cuando el presidente dice que la política económica no tiene marcha atrás, la alarma crece. El témpano se ve cada vez más cerca y el capitán del barco dice que no hay marcha atrás.
Por supuesto, nadie tiene la clarividencia de saber si se va a una colisión o no. Pero para productores que ya vivieron las crisis de 1982 y 2002, ver al dólar sumergido, la inflación sumando cada mes un poquito más y una fiesta de consumo, les trae un déjà vu de pesadilla.
Y no es solo el desfasaje del dólar y por lo tanto de los precios de aquello que se exporta con los costos lo que les causa una inevitable alarma. Cuando se observa que la salvación de una empresa lechera como Pili depdende de la voluntad de un sindicato y se enteran de que si en Conaprole se jubilan 45 personas por año el sindicato impone a la dirección que se contraten 45 personas sean necesarias o no, la alarma se une a la desazón. Vienen de ver como en Rivera sindicalistas pintarrajean una empresa, patotean a un trabajador periodista, cargan combustible más barato en Brasil y vuelven, con total impunidad. Terminan por sentirse ciudadanos de segunda. Y mucho más que la economía, es la dignidad lo que entienden innegociable.
Un conductor cansado que se duerme y se empieza a salir de la carretera precisa que alguien le grite y lo despierte de inmediato. Si no hay marcha atrás, pues entonces que se mueva rápido el volante. Si se le pide productividad a los arroceros, que están desde hace tiempo en el podio, pues que se aplique lo de la calidad bien entendida empieza por casa. El Estado tiene que hacer ya una revisión urgente de las productividades propias, transversal, en ministerios, Parlamento, intendencias, porque vale la pena entender también, más allá de algunos discursos, hay un hartazgo general con la clase política entera que es preocupante para quienes queremos siempre una democracia republicana más y más sólida.
El agro tiene razón: la oportunidad uruguaya está en un peligro serio. Está China que sigue creciendo y comprando, está el turismo que es un gran éxito, están los 15 años de crecimiento consecutivos que han transformado al país.
Pero como planteaba un artículo de Fernando Brum en 1999, alcanzar el desarrollo es como subir un palo enjabonado. Requiere un esfuerzo persistente. Basta un error para caer irremediablemente y tener que volver a empezar.
Lo del martes será un tsunami, un Woodstock del agro uruguayo donde miles y miles irán con el genuino sueño de un mundo mejor para todos. Por su velocidad y espontaneidad el fenómeno de este enero recuerda a la primavera árabe. Pero como ese fenómeno enseña, no basta para que algo sea masivo y justo para que tenga un final feliz.
El tsunami social en el que esta convocatoria se ha convertido puede ayudar a limpiar varios lastres que están amenazando a la oportunidad uruguaya. Pero también puede arrastrar a construcciones valiosas. La desesperación por bajar costos puede abrir la puerta a la idea de terminar con la trazabilidad total del ganado, los planes de uso y manejo de suelos, el uso ordenado de semillas certificadas. Hay un discurso persistente libertario de “es mi campo y hago lo que quiero” que es terriblemente equivocado. Que confunde el siempre sagrado principio de la libertad con “el auto es mío, la nafta la pago yo y si quiero cruzar el semáforo con verde o roja es asunto mío”. Corregir rumbos no es arrasar con toda una estrategia de agregado de valor y construcción de marca país que se ha ido elaborando a lo largo de las últimas tres décadas. Y que ha sido exitosa. Uruguay es hoy reconocido en el mundo como un país inteligente y eso ha sido mérito de más de un partido, de más de un presidente y de gobiernos de distintas ideologías.
Nadie sabe si habrá una crisis en el mediano plazo con este rumbo. Pero no puede descartarse. Algo no va bien con el dólar congelado a $ 28 y un negocio muy simple de vender dólares, comprar letras y ganar haciendo un mero trámite más que ordeñando todas las mañanas una leche que termina en un delicioso yogurt que hace una empresa seria, austera, innovadora y arriesgando su supervivencia. Si, lo del martes, también es en defensa de los trabajadores. Es en defensa de un marco que permita a las empresas privadas volver a contratar personal porque hay esperanza de que producir más será redituable. La clase política toda tiene como tarea volver a enamorar a los productores y hacerles sentir que en el Estado tiene un socio útil y no una autoridad pedigüeña. Habrá que hacer un programa de revitalización de la inversión y el empleo aunque haya déficit fiscal y un grado de inversión a cuidar, porque si, como dijo Esteban Valenti: esto al Estado le va a costar plata.
Este movimiento puede ser un cambio cultural muy exitoso, que explique a toda la ciudadanía que crecer incesantemente en las exportaciones es fundamental, que alentar a todos los emprendedores es de gran importancia, que cada vez que exportamos un producto, sea carne o software o cannabis medicinal es como si estuviéramos clasificando al Mundial de fútbol, un orgullo nacional. Puede ser una movida que aleje la religión de la lucha de clases que tanto daño sigue haciendo de la lógica uruguaya del siglo XXI y que lleve a mirar con atención el accionar de algunos sindicatos desde AFE a Conaprole. Puede ayudar a bajar costos para los 3,5 millones de uruguayos y más que eso. Pero también puede llevarnos a bajar costos de la peor manera y que un día el mundo lea asombrado la noticia de que los uruguayos hacían trazabilidad en todo su rodeo, pero ya no porque algunos prefieren ahorrarse el costo de la caravana.
Y eso sería trágico. l